miércoles, 5 de septiembre de 2007

Entrevista en semanario vasco


Aquí una entrevista de José Antonio Vergara, realizada en octubre del 2003 en San Sebastián. Es un bonito recuerdo de nuestro paso por esas tierras vascas, de nuestro trabajo intercultural y de muchas amistades. José Antonio es periodista chileno y desde esa conversación somos amigos y cómplices de algunos trabajos de radio e inmigración.
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Marco Flores: Una historia sencilla


Por: José Antonio Bergara

Escuchar hablar a Marco produce una sensación extraña. En él se conjugan la calma y la madurez de quien asume la salida de su Perú natal y abre sus brazos para recibir una nueva cultura. Este periodista es claro a la hora de relatar su experiencia migratoria: “estoy aquí hace dos años y un poco más, pero mi proceso fue mucho más simple de lo que te puedes imaginar”, y en realidad, algo de razón tiene. Su historia se relaciona más con el amor que con el salir de la pobreza y la marginalidad.

Marcos trabajaba en Perú en una ONG dedicada a defender del maltrato de mujeres y niños, y es ahí donde conoció a Mariam Berengué, una catalana que llegó a trabajar desde Barcelona a Chepén. Con el tiempo y un proceso de adaptación a las costumbres de ambos, Marco y Miriam toman la decisión de contraer matrimonio. Ellos vivían en Perú, y Barcelona estaba extremadamente lejos; por tanto, las presiones familiares y de amigos nunca existieron. El problema se presentó después del primer año de matrimonio; Miriam recibió una oferta de trabajo en la ONG Compañía de María, que tiene su sede en Donostia. Es cuando Marco se ve enfrentado a la realidad de abandonar Perú y marcharse hasta Euskadi: “Me encontraba muy bien en Perú, es más, siempre fui de la idea de que no había que salir del país en que uno había nacido; siempre recuerdo las discusiones en la escuela de periodismo. Yo les decía a mis compañeros que uno debía quedarse en el país a pelear por lo que creía, que en Latinoamérica había muchas cosas por hacer, pero mira, el más proselitista fue el primero que tomó sus cosas y se marchó”.

Pese a su reflexión, que no escapa a la ironía y a la autocrítica, algo parece que todavía le pena a la hora de recordar a su viejo Perú: “En realidad, lo que tú sientes tan importante y que tiene que ver con tus ideales, resulta bastante menor a la hora de recordar a tu familia..”Llegar a una cultura desconocidaCuando te enfrentas a un viaje, todo parece ser más difícil y complicado, mucha gente te dirá que no te preocupes, que corres con ventaja ya que hablas el mismo idioma y tienes experiencias comunes. Estas palabras las hemos escuchado millones de veces, y quienes viajamos alguna vez, sabemos que son totalmente falsas. Poco importa si hablas castellano o chino, a la hora de plantarte en una tierra que no es la tuya y enfrentarte a una cultura que te es desconocida; todos esos consejos que te machacan una y otra vez en los pasillos del aeropuerto, no valen de nada. Marco sintió en carne propia la aventura del traslado. Un poco reflexivo pero también irónico, recuerda esos primeros momentos, “cuando llegas a un lugar que no conoces, te enfrentas con dos conflictos: los primeros son los verdaderos, los que tienes; y los segundos, son los que te imaginas que llegarás a tener. En realidad te sientes extraño, más bien como de otro planeta, te enrollas pensando si la gente te entenderá cuando hables, o repites todo una y otra vez. Estas cosas tienen que ver con lo cotidiano, con lo que te puede pasar todos los días... luego te relajas y las cosas comienzan a fluir en forma natural”.Esta primera impresión, que resulta algo surrealista, tiene otra cara, quizá la más fuerte y cruda, y es aquella que nos acerca a la parte más ingrata de la inmigración, ese fantasma que ronda en la cabeza de todo recién llegado: los papeles y los permisos.

Tramitar la ciudadanía Marco Flores no escapó a esta realidad, y aún recuerda con amargura el enfrentamiento con los organismos encargados del proceso de tramitación de su ciudadanía: “Mi historia es la de un privilegiado, yo no necesitaba sacar un permiso de residencia, sino adquirir la nacionalidad española. En realidad el problema no es ése, es todo lo que significa, el trato al que estás expuesto. En Madrid la policía te hace sentir como ciudadano de segunda clase; debes esperar horas y horas. Puedes perder días, meses y eso a ellos les da lo mismo. En ese sentido yo no me involucré, mi mujer es la que se hizo cargo de los papeles. Como es ciudadana del Estado español, el trato con ella fue más deferente” eso en una primera instancia. Luego viene la espera, “cinco meses en los cuales no puedes trabajar en ninguna cosa, eso es lo que se demoran en entregarte tus documentos. Cuando ya los tienes pasas al paro y te enfrentas con otro problema: las ofertas de trabajo para los latinos sólo están en la construcción, agricultura y bares. En mi caso, yo era periodista y tenía un título universitario que lo respaldaba, pero eso no servía de nada, o trabajas en lo que te ofrecen o te quedas sin currar”.Estos meses de espera le permitieron a Marco no sólo ambientarse, sino también tomar contacto con algunas instituciones que trabajaban el problema de la inmigración y el racismo. En ese trabajo voluntario el periodista peruano se enfrentó a otra realidad, aquella que parece muy lejana para una ciudad tranquila como Donostia.

Inmigrantes con miedoCuando se habla de persecuciones, acoso y expulsiones todos miran a Madrid y Barcelona, pero muy pocas personas miran al País Vasco. Esta gruesa cortina se corrió poco a poco frente a los ojos de Marco y el resultado fue algo que todavía no deja de impactarle: “Muchos de los inmigrantes caminan con miedo, viven constantemente con una sensación de estar en delito, observan con mucha impotencia que sus papeles le son denegados, que sus permisos le son tramitados con una lentitud agobiante o que simplemente no tienen cabida en este país, por lo que se enfrentan a volver a su lugar de origen o vivir clandestinos”. Esto último “es lo más habitual, pero también lo más brutal; vivir constantemente con la sensación de que puedes ser expulsado y sometido a algún tipo de abuso, es demasiado fuerte. Es más, yo conocí un caso realmente patético, esto sucedió en Irún, una de las ciudades con mayores problemas migratorios dentro de Guipuzkoa. Expulsaron a una chica colombiana por no tener papeles, y lo complejo es que fue acusada de prostitución, y ella trabajaba en un bar poniendo copas; ¿te das cuenta? La dificultad radica ahí, el abuso de poder y la frialdad para decidir el destino de una persona, eso es lo que más duele”.Pese a lo fuerte que puedan sonar las palabras de Marcos Flores, él sigue manteniendo una gran esperanza respecto del mundo de los inmigrantes al interior del País Vasco, siente y cree que pese a que esto es un fenómeno reciente y muy nuevo al interior de este país, las personas están sensibilizadas y comparten un sentimiento de apertura hacia los que provienen de lugares distintos, ya que no hay que olvidar que los vascos son y serán una raza de inmigrantes, no importa la dirección a la que mires o el continente en el que te encuentres, siempre sentirás la presencia de la vieja y querida Euskalherria.

El café permite que la entrevista se transforme en una charla entre amigos; sientes y crees que más que preguntas, es hora de cruzar impresiones. Siempre sentí y pensé qué opinaría un latino como yo del rollo social, de las cuadrillas, las mujeres y de todas aquellas cosas que muchos de los que venimos del otro lado del charco nos resultan un problema matemático y cartesiano.En realidad cuando tienes las cosas claras y el chocolate espeso, da igual si hablas con un nigeriano o un peruano. Marco tiene claro dónde está y qué es lo que puede o no puede esperar de un lugar como éste: “Me encanta este rollo de que la gente sea muy educada y formal, y encuentro muy pero muy bueno que las chicas sean serias, que tengas que entrar poco a poco... ahora yo te puedo hablar por lo que siento. Si te detienes a conversar con un colombiano, éste te dirá que la forma de ser de los vascos es una tormenta, ellos vienen con su dulzura y su música y se enfrentan a una sociedad mucho menos “abierta”, pero como te digo, eso son impresiones muy pero que muy personales”.

Palabras, Sentimientos, Miradas, paciencia; diferencias que de una u otra forma nos separan y nos unen, eso Marco Flores lo tiene más que claro, su tranquilidad a la hora de mirar su historia inmediata, su objetividad al momento de encontrarse con dificultades; en definitiva, su madurez, aquella madurez que combinada con una alta dosis de sabiduría, nos hace sentir que esta historia de inmigración es un punto de partida para cambiar el desarraigo por la esperanza.

La relación entre Marco y Miriam parece sacada de una comedia romántica. Aunque en realidad, el chico es rápido a la hora de señalar que, como todo en la vida, las relaciones de conocimiento y enamoramiento nunca son tan ideales ni tampoco tan románticas; “Mira, tener una novia latina es bastante más relajado: uno vive el amor por libre, esto no quiere decir que tengas menor compromiso ni menos fidelidad, sólo que es distinto; tus novias son un poco más flexibles y perdonan ciertas cosas que a una europea le parecen impresentables, como por ejemplo, llegar tarde a las citas o no llamar todos los días, o simplemente, que los fines de semana tengas que hacer otras actividades y no te puedas dedicar a ella... Cuando comencé mi relación con Miriam, supe de inmediato que tendría que ceder en muchos aspectos. En realidad, las relaciones de pareja se construyen sobre la base de ceder espacios y tuve que entrar en este juego que, en forma personal, siento que se nos dio muy bien”. Pese a los años de convivencia en Europa, Marcos no deja de lado esa picardía latina, tras una breve sonrisa que delata un conveniente olvido. Retoma el tema: “En realidad a mi mujer también le costó mucho tiempo adaptarse a este rollo sudamericano, la impuntualidad, el amor un poco libre, no tan posesivo, las comidas, el conformismo de la gente y de las mujeres. Como ya te lo dije, son procesos recíprocos y de una u otra forma nos involucran a todos.

Las palabras de Marco no dejan de ser inteligentes y objetivas, pero a al pasar a una mayor profundidad nos encontramos con los primeros problemas, “Mira que este rollo de la forma de ser a mí me gusta, pero debo reconocer que existen otras cosas que me cuesta mucho entender. Un ejemplo de esto es la institución de las cuadrillas, esta forma de vivir la amistad como una institución sacra y religiosa, donde debes hacer mérito durante años para poder entrar. Me parece que más que un grupo es un círculo hermético. No lo sé. En Perú y en América tú vives la amistad de una forma más abierta, tú eres amigo de tus amigos y de los amigos de tus amigos, y cuanto más gente conozcas, mucho mejor”.Marco cree que ése es el principal problema, el resto es más relativo, tiene que ver “cómo los vascos enfrentan las relaciones de pareja, ese mirarse en forma constante, ese coqueteo eterno, ese estudio que después de dos años me resulta un tanto agobiante, bueno, pero es lo que hay, nosotros somos más directos, creo que los sudamericanos seguimos creyendo en la efectividad de una caricia o de un “te quiero”. Aquí lo único efectivo es la paciencia”.


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