jueves, 21 de agosto de 2014

Es hora de terminar con la impunidad en Israel y Gaza



Desde que comenzó la operación militar israelí «Margen Protector», en la Franja de Gaza, ya han perdido la vida más de 1.900 palestinos. Según la ONU, la mayoría eran civiles, 230 mujeres y más de 450 niños y niñas. También han muerto tres civiles en Israel por los cohetes lanzados desde Gaza y 46 soldados israelíes han fallecido.

Cada día son más los indicios de que todas las partes están cometiendo crímenes de guerra. Israel ha atacado escuelas donde buscaban refugio miles de personas, matando a decenas e hiriendo a cientos de ellas. También se han llevado a cabo ataques a hospitales, centros y equipos médicos que intentaban evacuar a personas heridas. Estos ataques están prohibidos por el derecho internacional.

Pese a los fuertes indicios de crímenes de guerra cometidos por parte de Israel, Hamás y los grupos armados palestinos, los responsables continúan disfrutando de impunidad.

Es necesario que la Corte Penal Internacional abra sin demora una investigación y que los responsables sean llevados ante la justicia. El Consejo de Seguridad de la ONU debe tomar medidas decisivas para que se haga justicia por las atrocidades cometidas en Israel y la Franja de Gaza.

La comunidad internacional debe presionar para que tanto la Autoridad Palestina como Israel acepten la competencia de la Corte Penal Internacional y para que se levante el bloqueo impuesto hace siete años por Israel a la Franja de Gaza que aumenta el sufrimiento de su población civil.


Marco Flores Sánchez
Publicado en el Diari de Tarragona.
(21-08-2014) 

Carta que se suma a la  presión de AI a la comunidad internacional y organismos competentes para investigar y sancionar a los responsables de crímenes contra la humanidad en Israel y Gaza. 

sábado, 12 de julio de 2014

Tengo 18 años y soy Palestino






Tengo 18 años, el pelo negro, los ojos claros y llevo la cólera en la sangre.Soy palestino, ciudadano de una tierra hipotecada, una tierra arrebatada a mis abuelos, una tierra soñada. He nacido en una tienda, en un campamento donde el viento produce la migraña de la espera y de las ilusiones.

Me llamo Mahmoud, como él poeta, pero no soy ni poeta ni filósofo para cultivar la paciencia y la sabiduría. Llevo la rabia escrita en los ojos y no me atrae creer en las cosas que no veo, ni en las palabras de los hombres, cuyo oficio consiste en prometernos la paz.

Yo creo lo que veo. Y lo que el mundo me muestra es feo. La injusticia ha elegido una máscara, la de la fealdad del polvo y de las balas que silban por encima de nuestras cabezas.Nos hablan de Oslo. ¿ Es un país o una paloma? No tengo ni la menor idea. Un sueño, quizá. Pero, ¿ qué vida, qué sueño, qué locura puedo permitirme?

Tengo 18 años y una pesada memoria a mis espaldas, cincuenta y dos años de desgracia. Quisiera reír y danzar, cantar y estudiar, sufrir de mal de amores, pelearme sobre el color del cielo y sus reflejos en el mar. Quisiera vestir a la moda y escuchar la música de mi tiempo. Quisiera discutir con mi novia porque me pone celoso y escribirle poemas de amor. Pero yo no vivo el tiempo del amor. En Ramallah vivimos rodeados de colonias desde donde apuntan los fusiles.

Quisiera que mi madre fuera feliz y llevara un vestido azul y que tirara su túnica negra. Quisiera que mi padre no perdiera el sueño por no saber si el ejército israelí le dejará pasar para ir al trabajo. Quisiera que mis dos hermanas se quitaran el velo y fueran a la Universidad, con animo tranquilo y espíritu confiado en el porvenir. En cuanto a mis hermanos, quisiera simplemente volver a verlos. A Alí ya no lo veré nunca más. Ya lo sé, fue una bala perdida. No, fue una ráfaga de metralleta bien cargada la que lo mató.

Mi madre está de luto. Mi padre no se afeita. El aire resulta irrespirable. Nos asfixiamos. Nos asaltan pesadillas. Y no queremos oír los discursos de Arafat. Los otros dos hermanos están en la cárcel, al otro lado de la colina, en una cárcel israelí. Están cansados de esperar.

¿Qué hacer de mis jornadas llenas de polvo y de miseria? ¿ Qué hacer de mis noches vacías de sueños y estrellas? ¿Adónde llevaré este cuerpo que crece demasiado deprisa, estos ojos sin lágrimas, esta rabia que no sabe en dónde concentrarse? ¿Contra quién se dirigiría? ¿Contra el ocupante, contra los colonos o contra nuestros políticos que siguen impertérritos sin darnos nada para vivir?

Soy palestino y no tengo más que piedras al alcance de mi cólera. El tiempo pasa y nos ignora. La vida, la vida verdadera, está en otra parte, lejos de estas colinas, lejos de estos olivos, lejos de nuestra casita.
Pero, ¿qué casa? Una choza en donde nos amontonamos. Se trata de nuestra espera, de nuestro destino.

Cuando llueve, el lodo despide mal olor. En verano, el polvo gris se suspende en nuestras pestañas. Mi casa está en mi mente. Es grande y antigua. Los muros son gruesos. La terraza da sobre una bella mezquita. Mi casa es una imagen que llevo adherida en la frente. Dejo las ventanas abiertas. La puerta también. Es la casa del silencio y de la serenidad. No soy yo quien lo digo, lo dice mi padre. Habla de la casa de sus padres, que, a menudo, he imaginado rodeada de árboles.

Abandono este sueño y borro las imágenes que se apelotonan en mi cabeza. Oigo el lloro de un bebé. Cuando pienso en la vida que le espera, bajo los ojos y miro un gato que juega con un gorrión muerto.

Dentro de dos años tendré veinte años. Al parecer, es la mejor edad. No para nosotros. Nosotros no tenemos edad. Tenemos un destino lleno de incógnitas. No soy un hombre joven con un porvenir en el horizonte. Ni siquiera estoy seguro de que una bala no venga a buscarme en la calle donde tiro piedras.

Soy un hijo de los campamentos y no quisiera envejecer entre piedras y detritus. No envejeceré. Con una honda detendré el tiempo, ahuyentaré los pájaros. Haré retroceder la fila de policías palestinos y avanzaré hacia los soldados israelíes que disparan sobre nosotros porque no tenemos derechos a vivir.

TAHAR BEN JELLOUN.
Escritor. Premio Goncourt 1987.

(PD. Tengo la necesidad de transcribir este texto del admirado Tahar Ben Jelloun. Lo he leído varias veces,  lo he compartido en la radio, en las revistas sobre diversidad, etc. Siempre con emoción e indignación...con esa que produce dolor en la garganta. Julio del 2014 e Israel masacra al pueblo palestino) 

jueves, 20 de marzo de 2014

¿Quién controla mi cuerpo?

Lean estas cifras: 215 millones de mujeres en el mundo no utilizan anticonceptivos pese a que no desean tener (más) hijos o retrasar el momento de tenerlos; 215.000 muertes maternas podrían evitarse al año con el uso de anticonceptivos; 40% de las mujeres en edad de procrear viven en países donde el aborto está prohibido, restringido o inaccesible; 24 países europeos exigen a las personas transgénero someterse a esterilización para ver reconocido legalmente su género; 47.000 mujeres embarazadas mueren todos los años por complicaciones de abortos no seguros; 76 países de todo el mundo tipifican como delito la conducta homosexual...

Ahora piensen: no son cifras, son personas, miles de historias humanas que ocurren cada día. Y no deberían ocurrir, porque las normas internacionales de derechos humanos dicen que todas las personas tenemos derecho a tomar decisiones sobre nuestra salud, nuestro cuerpo, nuestra sexualidad y nuestra vida reproductiva sin miedo a sufrir coacción, violencia o discriminación.

En muchos países, estas decisiones están a menudo controladas por el Estado, por profesionales médicos, por la comunidad o la familia. Y se hace uso de la ley para controlarlas. Al final, a muchas personas se les impide por completo decidir. Si esto ya es grave, las consecuencias de este control sobre las personas, en general mujeres, son igualmente graves.

Influir en el debate global sobre estas cuestiones es decisivo, dadas las recientes y continuas medidas regresivas adoptadas por algunos Estados para restringir los derechos sexuales y reproductivos. Este es uno de los objetivos de la campaña ‘Mi cuerpo, mis derechos’, que acaba de lanzar Amnistía Internacional en todo el mundo.

En la esfera internacional, muchos agentes no estatales, a menudo financiados y apoyados por Estados o por instituciones religiosas, están intentando limitar los derechos sexuales y reproductivos en la ONU o en foros similares. La tendencia regresiva es clara en varios países.

El Gobierno español ha presentado un anteproyecto de ley sobre el aborto que, si se aprueba en el Parlamento, restringirá gravemente el acceso de las mujeres y las niñas a servicios de aborto, incumpliendo las obligaciones internacionales de derechos humanos contraídas por España. En los dos últimos años se han hecho intentos de restringir el aborto también en otros países, como Lituania, Macedonia, Turquía y EEUU.

En enero, el presidente de Nigeria promulgó la opresiva Ley (de Prohibición) del Matrimonio Homosexual. En 2013, el Tribunal Supremo de India volvió a declarar constitucional un artículo del Código Penal que criminaliza las relaciones homosexuales. El presidente de Uganda acaba de firmar la entrada en vigor de la Ley contra la Homosexualidad.

El problema no se concentra en estos pocos países, sino que abarca una amplia variedad de cuestiones en otros muchos. Un ejemplo: las investigaciones llevadas a cabo por Amnistía Internacional en Burkina Faso y Sierra Leona han mostrado que, debido a la falta de medidas de sus Gobiernos para hacer respetar la edad legal mínima para contraer matrimonio, a menudo se casa a niñas de tan sólo 10 años.

En estos matrimonios, es habitual que las niñas no puedan tomar decisiones sobre su salud sexual y reproductiva, carezcan de acceso a educación e información y sufran graves complicaciones relacionadas con embarazos prematuros. Una mujer de Uagadugu (Burkina Faso) declaraba: «Después de siete embarazos y cinco hijos vivos le dije a mi esposo que quería utilizar métodos anticonceptivos, pero se negó». La tasa de mortalidad materna en Sierra Leona es de las más altas del mundo.

En el Magreb, las disposiciones discriminatorias de la legislación argelina, tunecina y, hasta hace poco, marroquí permiten a los violadores eludir la acción de la justicia casándose con sus víctimas adolescentes. Sólo en Marruecos, según estudios oficiales, en 2009 se tuvo noticia de 38.000 casos de violación. La verdadera cifra podría ser mucho mayor.

Los líderes mundiales están obligados a respetar, proteger y hacer efectivos los derechos sexuales y reproductivos. Y tienen oportunidades concretas para mostrar liderazgo en este tema.

La próxima reunión de la Comisión de Población y Desarrollo de la ONU en abril es sólo uno de los diversos jalones clave de este proceso, pero es buen momento para recordar que los derechos sexuales y reproductivos no admiten regresiones. Bien al contrario, hace falta más que nunca impulsarlos con determinación.

Marco Flores Sánchez - Coordinador de Amnistía Internacional - Tarragona
Publicado en el Diari de Tarragona 13-03-2014

JORGE MARTÍNEZ LÓPEZ